DE LA PAZ Y EL SISTEMA FAMILIAR
Así como es en el microcosmos de la familia es en el macrocosmos de la sociedad.

INTRODUCCION

Así como las partículas están interconectadas no localmente a través del entrelazamiento cuántico, la unidad sistémica de cada familia está en resonancia con el sistema social del que hace parte. Nos jugamos la paz, la viabilidad y el porvenir de nuestros ecosistemas sociales en la calidad de la unidad sistémica familiar.

Si no cuidamos y amamos nuestra propia familia no podremos servir a la humanidad. Un mundo mejor implica que seamos mejores seres humanos, es decir mejores esposos, padres, hijos o hermanos. Estos diferentes roles en el sistema familiar tienen una tal interdependencia, que el mejor modo de ser un buen padre es ser un buen hijo y un buen modo de ser humanos es saber que al igual que nuestros hermanos, todos procedemos de la misma fuente evolutiva y estamos unidos por un destino común.

No puede haber paz social si no hay paz en la familia; la violencia escolar no puede ser vista al margen de las turbulencias inscritas y generadas desde el sistema familiar.

Sin ser hijos, hijas, no se puede asumir la dimensión de ser padres, madres, hermanos. Sin ejercer nuestros roles desde el ser que somos, es poco probable que, en nuestros papeles como estudiantes o maestros, obreros o profesionales, podamos ser realmente humanos.

Cuando en familia aprendemos a sembrar las semillas de la paz, cultivando nuestras relaciones humanas con responsabilidad, sentimos que cada ser humano, con todo lo que lo hace único y lo diferencia de nosotros, nos completa. El secreto de la paz es vivir con aceptación y gozo el mundo de las diferencias, que nos permiten reconocer que la diversidad es la esencia de la unidad.  Este reconocimiento nos lleva a una paz que está hecha de justicia y comprensión. De sencillez y levedad. Una paz que produce equilibrio, y establece correspondencias y resonancias armónicas.

La paz es un don que nos lleva a tratar a todos justamente, es decir a los iguales como iguales y a los diferentes como diferentes. Desde niños en familia, en esa escuela única de la convivencia, aprendemos por la propia experiencia que la equidad es diferente de la igualdad; aprendemos que la norma puede ser injusta si no nace de la coherencia, comprendemos que la verdad no es verdadera si no parte de la transparencia; recibimos de la familia la escala de valores que llevamos por la vida. Esos mismos valores que nos dan valor cuando se practican y que cuando sólo se predican nos desvalorizan.

FAMILIA Y PAZ EN CLAVE SISTÉMICA

Una familia es un sistema densamente entretejido, en el que padres, hijos y hermanos forman la célula básica que se integra al tejido social, al tiempo pasado con toda la corriente poderosa de los ancestros y al futuro con el manantial de las generaciones venideras, ya latente en el presente. Una familia no sólo es un linaje caracterizado por su equipaje genético. Está conformada también por estilos de vida, hábitos, costumbres, creencias y modos de relacionarse, que constituyen en conjunto la información epigenética, modeladora de la expresión biopsicosocial de individuos y generaciones enteras.

Así como la célula es la unidad sistémica de los organismos vivos, la familia es el punto nodal del tejido social, cuyo equilibrio se refleja en todo el organismo de la tierra. Al igual que nuestros cuerpos, el organismo mayor del sistema familiar puede ser afectado por la ausencia de la paz y la violencia que da lugar a patologías relacionales como resentimientos, odios, indigestiones emocionales, hipertensiones e infartos socioeconómicos, y el temible separatismo que lleva a gangrenas y amputaciones que dañan la integridad geopolítica planetaria.

La ausencia de amor en la vida perinatal es tan peligrosa como la falta de oxígeno.  El maltrato físico o psíquico afecta a todo el sistema familiar, creando turbulencia en las corrientes que proceden del pasado, y oscureciendo el provenir de los hijos y los hijos de los hijos.

Ser padre o madre o hijo, es mucho más que un rol y más que un derecho por ejercer o un deber por cumplir:  Es también un estado de ser. La familia no es sólo un espacio-tiempo para jugar el rol de padres o hijos, es también un sistema dinámico cuya corriente viva fluye por las arterias de nuestras relaciones humanas, convirtiéndonos en tejedores de esa obra maestra de la vida que tejen todos aquellos que se aman.

La forma más eficaz de contribuir al tejido de la paz mundial es aprender y practicar desde el núcleo familiar el arte de las relaciones de hermandad.
 CARTA A LA FAMILIA QUE SOMOS

Avivar y compartir el fuego sagrado del amor en el hogar es el primer paso hacia la paz. 

Eres nuestro padre. Has dado lo que tú podías dar, y hemos recibido lo que nosotros podíamos recibir.  Sol y sombra de este paisaje que ahora somos, te aceptamos, sin ninguna condición y acogemos de todo corazón el milagro de la vida que hemos recibido a través de ti. Aunque en el camino de ida por la vida irremediablemente el destino nos separa, en la senda de regreso te encontraremos de nuevo en el fuego del propio corazón. Ese día como hoy te vamos a ofrecer Padre la paz que somos.

Eres nuestra madretierra y agua pura de esta vida nuestra. No podemos devolverte Madre el surco fértil que albergó en nosotros la semilla de tu vida, pero te ofrecemos desde la paz profunda de la materia virgen que nos diste, multiplicar con nuestra vida la cosecha de tu vida.

Somos sus hijos.  El padre y la madre se han fundido en nosotros. Emergemos de sus dos corrientes para revelar el secreto de la fusión que libera la energía de una vida nueva. Honramos esa vida renovada por su ofrenda y experimentamos en el ser la continuidad de esa corriente de conciencia que a través de la vida se renueva.  El hijo, la hija que somos, nos llevan a ser hermanos de todos los hermanos, como un modo de integrar las diferencias sin perder la unicidad.

Cada individualidad se afirma en el grupo familiar en una red relacional que contribuye desde su diversidad a la solidez de la unidad. En esas relaciones de diversintegridad cada quien, siendo único, contribuye a la integridad mayor que constituye el tejido de la paz.

La afirmación de la individualidad de cada uno en el seno de esa primera colectividad que es la familia, integra a padres madres, hijos, en una fraternidad dinámica que trasciende los lazos de sangre. Entonces, encendemos juntos en el fuego del hogar esa paz activa, comprometida y solidaria viva que caracteriza la hermandad.

SOMOS HERMANOS

Recibimos el agua abundante de la vida de todos nuestros ascendientes y en el cauce de la propia vida unimos afluentes y corrientes parar nutrir la vida de todos los que vienen.

Los hermanos, tan distintos de nosotros mismos, nos enseñan a reconocer y amar las diferencias. Esa es la primera experiencia familiar de una paz genuina, esa paz comprometida que nada tiene que ver con la pasividad de la indiferencia.

Honramos las grandes diferencias que, al complementarnos, han unido, nuestro común origen y destino.  Partimos de la misma fuente y aunque nuestros rumbos sean tan distintos disfrutamos juntos de esa paz que subyace en la unidad del territorio humano con todos sus caminos.

Aquellos que nos precedieron, con sus éxitos, sus errores y fracasos fueron hollando este sendero que ahora recorremos como hermanos. Cuando llega el sentimiento de las ausencias podemos sentir adentro esa presencia que nos lleva de su mano por la senda de la vida que es aprendizaje.   Con todos ellos en esa escuela de la vida, la familia, aprendemos, encendemos el fuego de ese amor incondicional de la hermandad avivado por la llama del grupo familiar.

Continuemos su jornada en busca de la paz, para que la fraternidad de la interdependencia amorosa y responsable nos revele el sendero de la verdadera libertad.

 

JORGE CARVAJAL POSADA

Artículo publicado por la AIS

www.sintergetica.org

Translate »