Por el Dr. Jorge Carvajal Posada
Introducción

El 50% de la emisión de carbono en toda la historia de la humanidad ha ocurrido en los últimos 30 años. A pesar de las innumerables evidencias científicas sobre la catástrofe del cambio climático, el problema se sigue agravando año tras año.

La deforestación, la pérdida de la capa de la vida orgánica en el suelo, la desertificación, la extinción masiva de especies que por millones de años han participado del fino y frágil equilibrio sistémico de la vida, son procesos funestos para la comunidad de seres vivos que habitan la tierra, agudizados hoy por el incremento en la emisión de gases con efecto invernadero.  Su repercusión socioeconómica se asocia a la inestabilidad y la violencia que van a la par con la incertidumbre alimentaria y las migraciones de centenares de millones de seres humanos.

Aunque la mayoría de países en el mundo se propusieron cumplir 17 objetivos que buscan el desarrollo sostenible del mundo para el 2030, los intereses económicos y políticos de los más poderosos están torpedeando las decisiones indispensables para salvar la tierra. Sabemos hoy que es urgente duplicar las reservas naturales si queremos garantizar un desarrollo sostenible.

La agricultura: ¿catástrofe o solución?

La premisa de la explotación de la tierra para la producción masiva ha generado un tipo de agricultura que representa hoy un atentado constante contra la diversidad del reino vegetal, del microbioma que lo sostiene y del mismo suelo que lo contiene. La modificación genética, que genera especies más resistentes y productivas, ha eliminado miles de especies que representaban en conjunto una estrategia de adaptación y supervivencia puesta a prueba en centenares de miles de años. Hemos permitido la selección de semillas modificadas genéticamente para implementar el uso de herbicidas destinados a crear el monopolio, que han contaminado y empobrecido la ecosfera.

Los fertilizantes agrícolas convencionales, constituyen hoy, por su contenido en nitrógeno reactivo, la mayor fuente de contaminación del aire en Rusia, China y Estados Unidos (1). Esto se debe a que el amoníaco liberado por los fertilizantes se une a las emisiones industriales para formar micropartículas contaminantes en el aire. Por si fuera poco, el nitrógeno reactivo agregado al suelo disminuye la retención de carbono, afecta gravemente el microbioma y acidifica el pH, desmejorando la calidad del suelo y de los alimentos.

El cambio que la tierra necesita

Necesitamos contribuir al cambio de los métodos actuales de agricultura, silvicultura y pesca, que son la causa principal de pérdida de la biodiversidad en el mundo. Es inaplazable ya la presentación de alternativas ecológicas a la agricultura convencional que es hoy nuestra mayor fuente de desequilbrio.

Sabemos que la producción agrícola emplea más de dos tercios del agua disponible para el consumo humano y es la fuente mayor de contaminación por nitratos, fosfatos y pesticidas y por gases con efecto invernadero, como el metano y el oxido nitroso. Este tipo de agricultura no es sostenible pues, además de la degradación de la tierra, la excesiva extracción de agua y la salinización, lleva a la disminución de la diversidad genética de cultivos y ganados.

Los fertilizantes agrícolas además contaminan las aguas subterráneas, lo que afecta la calidad de las aguas destinadas al consumo humano. Los restos que van al océano, alteran la oxigenación, e inciden negativamente en la reproducción de corales, y peces.

La agroindustria actual demanda un uso intensivo de agua potable para riego, y conjuntamente con la minería representa la causa principal de escasez de agua en todo el mundo, debido a que el vaciamiento de los acuíferos está ocurriendo a un ritmo mucho más rápido que el de llenado. Un tercio de los acuíferos subterráneos en el mundo están a punto de agotarse, y algunas previsiones sostienen que en tres décadas podría agotarse el agua subterránea mundial (2). Por ejemplo, el Acuífero de High Plans en USA se está vaciando a un ritmo de 1.83 mts por año, mientras en el mismo período la recarga natural es alrededor de 2. 5 cmts.

Según John Crawford (3) alrededor del 40% de los suelos agrícolas del mundo están clasificados como degradados o gravemente degradados, lo cual significa que un porcentaje importante de la capa superficial en la que crecen las plantas se ha perdido.  Esta capa superficial se pierde actualmente a un ritmo 10 a 40 veces mayor que el ritmo de reposición y regeneración natural.

De acuerdo con Wallace Wells autor del libro “Uninhabitable Earth: Life After Warming” el futuro del planeta depende ahora de lo que ocurra en estas dos generaciones, pues lo que pueda suceder en estos próximos 50 a 100 años está ligado a la comprensión y respuesta efectiva frente al cambio climático. Este es postulado como un terreno abonado para las grandes sequías e incendios forestales, las inundaciones, la mayor crudeza de inviernos y veranos, la génesis de poderosos ciclones y huracanes, entre otras catástrofes globales.  Los daños alcanzarían tales proporciones que sería insuficiente el producto nacional bruto de todos los países para controlarlos. Si a todo esto agregamos los desplazamientos masivos que ya avizoramos a raíz del cambio climático tenemos que concluir que este es ya un factor importante en la génesis de inestabilidad social.  La responsabilidad no sólo radica en los gobiernos e instituciones. Como ciudadanos del mundo tenemos mucho por hacer desde ahora mismo:  bastaría con pequeños cambios en nuestros hábitos de consumo que apunten en la dirección correcta para generar el cambio que el mundo necesita.

¿Es posible revertir la catástrofe?

Los métodos agrícolas industrializados pueden sustituirse con la implementación de nuevos métodos de agricultura orgánica, regenerativa y biodinámica. Estos métodos contribuyen al almacenamiento de carbono y la infiltración de agua en el suelo, lo que redunda en la preservación de los paisajes rurales y el incremento de la biodiversidad.  Son buenas noticias.

Estamos en capacidad de detener y posiblemente también de revertir el cambio climático, lo que no radica solamente en el desarrollo de nuevas tecnologías para la captura del carbono. La mejor solución disponible para el cambio climático es el empleo del potencial auto-regenerador de la propia naturaleza, que se puede incrementar con la restauración de ecosistemas capaces de almacenar el exceso de carbono atmosférico.  Esto se logra con la restauración de turberas, manglares y bosques.

En lugar de constituir la causa mayor de deterioro, la agricultura puede contribuir grandemente al equilibrio y la salud del medio ambiente, a condición de implementar métodos agrícolas que eliminen el empleo de fertilizantes químicos y aditivos del suelo, que es, después de los océanos, el principal vertedero de carbono. Se estima hoy que entre un 44% y un 57% del total de gases de efecto invernadero provienen de los sistemas mundiales de producción de alimentos, en los que se incluye la deforestación, los métodos agrícolas contaminantes, el procesamiento, envasado, refrigeración, transporte y desperdicio de alimentos.

La solución pasa por la siembra de cultivos biodinámicos y la cría y nutrición de animales con alimentos no procesados. Pero sin duda la forma más directa, rápida y efectiva para activar globalmente este tipo de agricultura regenerativa y biodinámica que puede revertir el deterioro de la tierra antes de que sea demasiado tarde, es la creación de un impacto masivo generado por el cambio en nuestros hábitos de compra.

Una demanda pública masiva en la producción de alimentos orgánicos es condición esencial para impedir el progresivo deterioro de nuestros ecosistemas.

Dos de los métodos de cultivo más reconocidos para ayudar a revertir el deterioro creado por la agricultura convencional y regenerar la tierra, son:

  1. Método Orgánico: Fomenta la vitalidad natural y el mantenimiento de un suelo sano a través del manejo integral de cultivos y control de plagas. Se excluye para ello el uso de productos sintéticos no orgánicos, como herbicidas, pesticidas y fertilizantes.
  2. Método Biodinámico: Es un método de cultivo orgánico propuesto por Rudolph Steiner que considera las granjas como organismos vivos que siguen los ciclos de la naturaleza. Al interior de estos organismos vivientes, las plantas, los animales y los seres humanos interactúan como componentes de un ecosistema densamente interconectado.

Estos dos métodos son muy superiores al de la agricultura convencional, ya que retienen más carbono en el suelo:  9.4% – más para el método orgánico y 12.8% más para el método biodinámico. Una ventaja adicional de este es que, a diferencia de las granjas orgánicas, las granjas biodinámicas son totalmente autosuficientes.

Para contribuir a la disminución de gases de efecto invernadero y favorecer el control y reversión del calentamiento global tenemos así varias opciones a nuestro alcance  

  1. Generar nuevos hábitos de consumo, incrementando conscientemente la demanda de productos orgánicos y biodinámicos en el mercado. Esta demanda creciente generaría rápidamente un cambio en los métodos agrícolas, en la regeneración de los suelos y en el medioambiente. Para ello se recomienda consumir solo productos frescos producidos localmente y animales que no sean sometidos a encierro y movimiento restringido, y que no hayan sido criados con concentrados industrializados.
  2. Cultivar nuestros propios alimentos por métodos orgánicos o biodinámicos.
  3. Favorecer el desarrollo masivo de tipos de agricultura orgánica, incluyendo la biodinámica, que promueven la biodiversidad, la captura de carbono por la tierra y la mejoría de la calidad de los suelos.
  4. Favorecer el empleo de energías renovables y disminuir en lo que esté a nuestro alcance, el uso de combustibles fósiles.

No podemos esperar hasta el diseño de tecnologías para la captura directa del carbono pues, además del tiempo necesario para su desarrollo tienen el inconveniente de que serían muy costosas y no alcanzarían a resolver la causa del calentamiento, estrechamente relacionada al deterioro de los ecosistemas que favorecen la captura del carbono por el suelo.

Estamos a tiempo.  Lo que hoy hagamos para revertir el cambio climático determinará el futuro de todas las formas de vida en el planeta.

NOTAS

  1. Geophysical research letters 2016
  2. Sitio web Phys org 2016
  3. Revista Time 2012

El Dr. Jorge Carvajal es médico cirujano de la Universidad de Antioquia (Colombia). Escritor, docente, investigador, con cuarenta años de práctica clínica dirigidas a la integración de diferentes sistemas médicos. Creador de la Sintergética y Manos para sanar. Es presidente honorífico de la Asociación Internacional de Sintergética (A.I.S.).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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