Cartas al Coronavirus
17/03/2020
CARTA DOS
Buenos días amigo. Aunque te pudiera parecer extraño, quiero ser tu amigo y así tratar de comprender el programa inteligente que se esconde en esa, tu compleja geometría molecular, capaz de hacer creer al disco duro de mis células que eras uno más de sus programas. Intuyo que has venido a dar una asignatura compleja para la supervivencia de todos, no sólo de la especie humana, y no quisiera perderme ni una sola de tus lecciones.
Aprendo hoy, con optimismo, que en aquellos países por donde empezaste a deambular a través del genoma humano, ya te empiezas a retirar. Nos enseñas que terminas tu misión cuando hacemos bien las tareas asignadas, y nos das a entender al mismo tiempo, que éste no es un problemas de asiáticos, africanos, repúblicas fallidas o países tercermundistas. Has herido también el corazón del primer mundo, para que aprendamos que el mundo todo nos concierne a todos. ¡Vaya lección de democracia dolorosamente viva! No son ahora zonas calientes solamente las regiones olvidadas donde la pobreza extrema, la malaria, el dengue, el chikunguña y el zika se han convertido en enfermedades endémicas. No, ahora el planeta se recalienta desde el Norte hasta el Sur, y este prolongado efecto invernadero, físico y social, ya calcina las especies, que en todos los océanos y continentes conforman la gran corriente de la vida .
Trato de interpretar tu lenguaje, que de tan elemental se nos hacía incomprensible a quienes nos habíamos convertido en expertos para complicar lo que en el fondo es sencillo. Nos dices, en medio de tu replicación exponencial, que es posible salir del peligroso abismo de la discriminación social : ¡Ya el diagnóstico oportuno y la terapia apropiada no será el privilegio de las minorías! . Qué bueno amigo es que las unidades de cuidados intensivos sean también el lugar donde todos sin consideración de raza, sexo, condición social o religión, tendrán una oportunidad para seguir con vida.
De momento, me despido para seguir en este retiro de aprendizaje intenso. Te escribiré mañana sin falta.
Jorge Carvajal Posada