LUNA DE TAURO “El Cumpleaños de Buda”, 21 abril 2021
EL FESTIVAL WESAK
-Luna estás muy linda-. Le dijo el niño a su amiga Luna esa noche, mientras conversaban allá arriba, en la Luna misma.
-Sí, hoy es un día especial- le respondió la Luna –es el cumpleaños de un gran amigo, el Buda. Así que todos aquí en el Cielo celebramos, y bueno, allá en la Tierra también!.
Amigo, tú conoces al Buda?- le preguntó la Luna a su amigo niño.
-Más o menos- le respondió el niño.
-El Buda es uno de los tremendos Seres de Luz y Amor que viven aquí en el Cielo, cuidan y guían a los seres humanos. Al igual que Jesús, que es su amigo, hace muchos años el Buda vino a vivir a la Tierra como un hombre para enseñar a los seres humanos a amar.
Así como Buda, muchos otros Seres del Cielo tienen como trabajo cuidarlos y guiarlos a ustedes los humanos, para que aprendan a entregar la luz de su alma en la Tierra. Es como si fueran sus hermanos mayores o sus amigos, super amigos, de esos que te ayudan un montón; o a veces como tus profesores, porque te enseñan, por eso les llaman maestros– le explicaba la Luna al niño.
-Y bueno, para el cumpleaños de Buda se reúnen todos sus amigos, los que viven en el Cielo y los que viven en la Tierra- le explicaba la Luna. –Acá en el Cielo es un gran acontecimiento porque el Buda es muy especial y divertido, a él le gusta celebrar su cumpleaños con los humanos, allá en la Tierra.
-En la Tierra??- comentó el niño extrañado -pero si él ya no vive en la Tierra-.
-Claro! Por eso es un cumpleaños especial, porque todos sus amigos del Cielo que quieren ir al cumple, tienen que ir a celebrarlo al planeta Tierra.
-Ja!- exclamó el niño, que ya le estaba cayendo bien el Buda y le estaba gustando la idea de que nuestro planeta fuera la sede del cumpleaños -…y dónde lo celebrará?- preguntó a su amiga, con una curiosidad que de a poco comenzaba a crecer.
-En su lugar favorito, en la cordillera de los Himalayas! –le contaba la Luna entusiasmada-. Ahí le gusta a él celebrar su cumpleaños, porque cuando estuvo viviendo como humano, vivía cerca de ahí, así que ese lugar le trae lindos recuerdos. Además, esa montaña guarda en su guatita muuuuchos minerales empapados de luz y amor; guardan allí mucha de la luz que alimenta a la Tierra y es cuidada por otros amigos del Buda, también seres de luz como él, que se han quedado a vivir ahí entre esas grandes cumbres y de seguro irán al cumpleaños también.
-Wow, estará lleno de amigos! -imaginaba el niño con entusiasmo.
-Sí, todos nos reuniremos allá para prepararle una sorpresa al Buda y será ahora, en un ratito más, quieres venir conmigo?
-En serio??!!- exclamó el niño lleno de curiosidad y alegría. No lo pensó dos veces y partieron a celebrar!
Llegaron a un valle grande, extenso, con grandes montañas borrascosas alrededor, cumbres altas y puntudas. La explanada del valle tenía pastito en el centro. Habían árboles adornando las paredes de las montañas. Era un lugar bello. Las cumbres tenían nieve, pero no hacía frio, estaba rico, agradable, había un vientecito suave. Era una noche quieta, tranquila, con muchas estrellas y bueno, la Luna llena.
La explanada era ideal para hacer una celebración. “Con razón el Buda eligió este lugar” pensaba el niño. Era hermoso. La montaña estaba contenta, brillaba con todos sus minerales felices. El agüita vestida de hielo estaba feliz también de participar de la celebración desde lo alto, como si estuviera en la galería del estadio mirando el espectáculo. El cielo estaba clarito, lleno de expectantes estrellas que adornaban el cumpleaños, cuales serpentinas, desde el cielo nocturno.
En el valle estaban los invitados, todos los amigos reunidos. Estaban dispuestos en círculo, en un gran círculo de cumpleaños, todos listos para dar una sorpresa al Buda cuando apareciera. En un lado del círculo se ubicaban las personas, los seres humanos que habían venido a celebrar, todos vestidos de blanco para la ocasión. Al frente de ellos, al otro lado del círculo, en el lado norte, se ubicaban los amigos del Buda que venían desde el Cielo, todos los seres de luz que habían querido participar del cumple, maestros, seres de luz y algunos ángeles, comandados por Jesús, quien era el que organizaba la fiesta para su amigo Buda.
Los Maestros de Luz y los Ángeles eran gigantes, luminosos y brillantes. Eran muchos, muchos y estaban super contentos. Para todos era un momento muy especial:
Para las personas por reunirse con los Maestros y Ángeles y para ellos por reunirse con los seres humanos, y todos celebrando al amigo Buda. Había un ambiente festivo y calmo, entre alegría y recogimiento, entre fiesta y ceremonia. Pero todos, sin excepción, tenían una sonrisa en su rostro.
De pronto el niño notó que las personas también brillaban. No eran tan grandes como los maestros del Cielo, en absoluto. Se veían pequeñitas lucecitas al lado de ellos, pero tenían un brillo especial, precioso. Tenían su lucecita encendida y bien fuerte, brillando en el centro de su pecho. “Ah es el corazón de cada uno, que está contento”, reflexionaba el niño en su interior. Notó aquello porque el corazón de él también brillaba de feliz! Todos compartían, comían cositas ricas, cantaban y disfrutaban mientas esperaban al cumpleañero.
De pronto Jesús comenzó el cumpleaños, organizó cantos son canciones que todos conocieran para que todos pudieran cantar. Y así comenzaron los cantos, Ángeles y Maestros, seres humanos, animales, plantitas, estrellas y piedras, todos, todos cantando, cada uno a su forma, en un canto que empezó a iluminar tanto el lugar que parecía que fuera de día.
Jesús se puso al medio del círculo y comenzó a hacer unas bellas formas para esperar a su amigo. Primero dibujó un círculo de luz en el aire, era enorme, ocupaba todo el lugar. Luego hizo una cruz dentro del círculo. Se formó una imagen bella que comenzó siendo luz blanca y luego empezó a cambiar de color como si estuviese echo de fuegos artificiales. La figura brillaba en el aire pero no se deshacía. Después dibujó un triángulo, dentro de la misma figura, en un enlace perfecto. Era preciosa. La figura suspendida en el aire brillaba iluminando el rostro de los invitados que observaban con máxima atención. Personas y seres de luz, todos maravillados.
Luego, dibujó una estrella de seis puntas, hermosa, gigante, brillaba con luces que explotaban con una luminosidad tras otra. Y finalmente, su figura favorita, la estrella de cinco puntas. Como siguiéndole el juego, cinco amigos de luz se fueron a poner en cada una de las puntas de la estrella, dejando a Jesús al centro, quien no paraba de reírse con el juego divertido que le habían hecho sus amigos. Lo sorprendieron! Desde allí ellos también irradiaban su luz a la figura. Se formó una gran estrella de cinco puntas, luminosa y bailarina, en el cielo del valle. Era un espectáculo de colores y luces, hermoso, increíble.
Los cantos continuaban como música de fondo, se formaban melodías preciosas. Cada canción terminaba con una sonrisa en el rostro de cada uno de los invitados al cumpleaños, que admiraban las figuras que brillaban y volaban aún en el cielo nocturno. Todos maravillados, seres de luz y seres humanos, todos por igual. El lugar ahora estaba más luminoso aún, toda una atmósfera de cumpleaños. Todos disfrutando.
Estaban en eso cuando de pronto…..APARECE EL BUDAAAAA!!
De a poco empezaba a acercarse desde el cielo, gigante, enorme!, envuelto en una inmensa luz. Venía contento a celebrar. Se notó que se alegró al ver a todos sus amigos congregados y una sonrisa apareció en su cara al darse cuenta de todo lo que tenían preparado para él: luces, cantos, bellas figuras volando en el cielo, alegría, buena onda, la Luna llena, estrellas, amigos y mucha gente, todos compartiendo y disfrutando. Realmente se llevó una sorpresa. Una super sorpresa!
Sus amigos del Cielo se hicieron más gigantes, se veían enormes, casi como la montaña. Irradiaban tanta luz que, al mirarlos, el niño tuvo que cerrar un poquito los ojos, porque era como mirar al Sol. “Parece que es su saludo de cumpleaños”, pensó el niño. Como si entre todos le estuvieran diciendo sorpresaaaaa!!! …y llenaron el lugar de amor.
Los seres humanos se alegraron tanto con la llegada del cumpleañero que también sus pechitos se iluminaron aún más, haciendo más brillantes sus corazones. Eran muchas lucecitas contentas que brillaban como si fueran estrellas en el cielo o guirnaldas de navidad.
El Buda miró contento a Jesús y se sonrieron con complicidad, pues a ambos les encantaba venir a la Tierra a celebrar con los humanos. Ambos habían estado aquí viviendo como hombres para enseñar el camino del amor. Y se sentían orgullosos de su trabajo.
De pronto el Buda dijo, con una voz grave y amorosa, simpática y contenta.
-Es la hora de los regalos-.
Al escucharlo, el niño se sobresaltó. Se sintió un poco preocupado, pues él no había traído regalo para el cumpleañero. Entre risas la Luna lo tranquilizó explicándole:
-Al Buda le gusta entregar él regalos a sus invitados-.
-Pero ¿cómo?- le preguntó el niño con asombro-. ¿El cumpleañero es el que regala?-.
-Sí- le confirmó la Luna –Al Buda le gusta venir a la Tierra y entregar regalos para todos. Le gusta regalar gracia y bendiciones.
-Mmm- dijo el niño, sin saber bien en qué consistiría su regalo –Y qué es la gracia?-preguntó a la Luna. Porque ya sabía que bendiciones eran puras cosas buenas.
-Significa que lo que haya en tu corazón se agranda más y más. Su regalo hace que, lo que anhelas con el corazón, se cumpla- le explicaba la Luna. Y entonces le sugirió al niño –chequea enseguida qué es lo que hay en tu corazón, qué es lo que anhelas, para que el impulso amoroso del regalo del Buda te lleve donde tú quieras ir.
Rápidamente el niño chequeó su corazón, pues ya venía el momento de los regalos. Y se dio cuenta que en su corazón su anhelo era jugar, ser feliz, entregar amor y aprender cosas nuevas.
-Estoy listo- le dijo el niño a su amiga.
– Justo llegó el momento- le respondió la Luna– debo ayudarle al Buda con la entrega de regalos.
De pronto, ante la expectación de todos, el Buda inhala grande, grande, graaaaande. Toma aire, como si en esa inspiración chupara todo el amor del Universo. Luego un chorro de luz viene desde el Cielo, bello, como una cascada luminosa que llega al pecho del Buda y desde ahí irradia hacia todos.
Del pecho del Buda, salen millones de chispitas de luz, brillantes y coloridas, formando algo así como una lluvia de luces de colores. Gotitas de luz volando por el aire, llenando el ambiente de alegría y de regalos voladores.
-Wow. Esos son los regalos….- dijo el niño con su cara llena de asombro, sorpresa y felicidad.
Las bolitas de luces empezaron a viajar por todo el espacio, hasta llegar a todos los lugares del planeta. Eran millones y millones de lucecitas brillantes y coloreadas. Una para cada ser humano, una para cada plantita, una para cada animal, insecto o mineral de la Tierra. El Buda traía regalitos para todos!
La lluvia multicolor continuaba sin cesar en un fluir constante, como si fuera un río de luz. Miles de luces de colores que no paraban de salir del pecho del Buda. El valle estaba lleno de chispitas luminosas y coloridas. Ahora sí que parecía completamente una fiesta. El agua del lugar reflejaba las luces que volaban por el cielo. El niño miraba fascinado este hermoso espectáculo. Donde miraba era bello. Lo que mirara era alucinante. Estaba maravillado.
El niño veía que toda esa luz venía del Sol, del Sol Central del Universo llegaba a nuestro Sol y de allí, como un chorro o cascada o catarata gigante de luz, llegaba al pecho del Buda que, contento, como todo un cumpleañero, la repartía con la ayuda de la Luna a todos los seres de la Tierra. Ella ayudaba al Buda a repartir regalos, pues su luz de Luna Llena reflejaba a toda la Tierra, llegaba a cada rinconcito del planeta. El pecho del Buda parecía un arcoíris, resplandecía convirtiendo el paisaje en algo asi como una aurora boreal.
De pronto, el brillo comenzó a bajar, la lluvia multicolor empezó a parar y el Buda volvió a tener su sonrisa tranquila en esta esfera luminosa en la que llegó.
-Ya se va- Le explicó la Luna al niño. El niño se dio cuenta que el cumpleaños ya se iba a acabar. No podía creer lo que había vivido. Era una de las experiencias más alucinantes que había tenido. Sus amigos no lo podrían creer cuando les contara. Se sentía dichoso y agradecido.
-Me encantó- le dijo el niño a la Luna. Miró su pecho y tenía allí el regalo del Buda.
-Se llama el Festival Wesak- le contó la Luna a su amiguito.
El Buda brillaba de contento. Se despidió de las personas y seres de la Tierra con una gran sonrisa simpática y amorosa que llegó como un vientecito suave en la cara. Y luego se despidió de sus amigos del Cielo, guiñándoles un ojo. Miró a Jesús y se sonrió, pues sabía todo lo que había hecho para organizar su cumpleaños.
De pronto se escuchó un “Graaaaaciaaaaaaas” y se fue.
De a uno se fueron los seres del Cielo. Dejando el espacio inundado de amor. Y de a poco se fueron las personas, caminando montaña abajo. Algunas caminaban cantando, otras en silencio, pero todas, todas, con una profunda felicidad, una suave alegría.
Y, hasta el próximo año.
FIN
Constanza Berríos Guzmán
Psicóloga