Todos los seres humanos son uno y yo soy uno con ellos.
Cada ser humano es un alma y todas las almas son chispas de una sola llama, el fuego consumidor del Creador.
El reino humano es con todas sus células humanas un centro, un órgano, un tejido de la tierra. Constituye con la biosfera esa antena de inteligencia activa del Logos Planetario , el gran Ser que habita el cuerpo del planeta Esta afirmación de unidad contribuye a restaurar la conexión por resonancia con los seres humanos de todos los tiempos, razas, condiciones y culturas
Busco amar y no odiar.
Las leyes del amor implican orden, renovación y unificación. Neutralizan las fuerzas del mal implicadas en el odio que lleva a la división y la separación. El separatismo es el mal mayor de nuestra humanidad y constituye una regresión dado que la evolución implica una tendencia irrevocable a una unidad que no sólo no niega sino que acoge y da sentido a la diversidad.
Busco servir y no exigir servicio.
Cada ser humano es una fuente de emisión de la energía cósmica del amor y cuando ama da lo que es único e irrepetible en sí mismo. Cuando cambiamos la pregunta del ¿qué esperamos de la vida ? al ¿qué espera la vida de nosotros?, restauramos el poder pues cuando hacemos el vacío, al darlo todo, el amor nos renueva. Servir es el sentido más profundo de vivir.
Busco curar y no herir
Por acción u omisión toda relación humana es terapéutica. No existen relaciones humanas neutras. No dejes que nadie se vaya de ti sin irse mejor de lo que llegó a ti. Nuestras relaciones producen resonancias que pueden ser destructivas o constructivas, de refuerzo o anulación. Al prestar atención, cuidamos, amamos, nos completamos. Sanando nos sanamos.
Que el dolor traiga la debida recompensa de luz y de amor.
El dolor es un revelador del amor. De la misma forma que la sombra no es lo contrario de la luz y revela su presencia disipándose, el dolor revela el amor que le da sentido y lo disuelve. El dolor es un maestro y todas sus lecciones son de amor. Nos enseña que la vida es con nosotros, que podemos aprender la lección si somos aprendices, que sólo se convierte en sufrimiento sin sentido cuando asumimos la actitud de víctimas. El dolor nos hace blandos, sensibles, vulnerables y frecuentemente es esa disposición lo que nos hace sensibles al amor.
Que el alma controle la forma externa, la vida y todos los acontecimientos y traiga a la luz el amor.
Es una invocación de la esencia, la vida que anima la forma. Es una consagración de la personalidad al alma, un rendirse a su sabiduría para que guíe todos los aspectos de nuestra vida. El alma es en nosotros el aprendiz, el observador. Como un director de orquesta ordena y armoniza la participación de todos los cuerpos o estados de conciencia, que son como nuestros instrumentos en la sinfonía de la vida.
Que vengan la visión y la revelación internas.
Es la invocación del viajero interior que ha descubierto en su corazón esa llama viva del amor que abre las puertas a la sabiduría de la intuición y permite acceder al misterio de la revelación. Esta siempre concierne a la unidad de todos los seres y las cosas, la no localidad de la conciencia y la constancia del ser en medio de todos los procesos de cambio que caracterizan la evolución. En medio de esos cambios el observador, el alma, la chispa de Dios en nosotros, permanece.
Que el porvenir sea revelado.
En la unidad del alma captamos el futuro como un presente profundo que ya vive en nosotros. La presencia, esa esencia en la que desaparece el tiempo para convertirse en la profundidad del ahora nos lleva a ese estado de gracia o de comunión en que el porvenir ya es presente.
Que la unidad interna sea demostrada.
Las islas separadas por el agua están unidas en el fondo por la misma tierra. Más allá de la aparente separación de la superficie, en las profundidades interiores del ser, la misma esencia nos integra. Cuando ves a un ser humano más allá de sus atributos externos estás viendo una parte de tu ser más profundo.
Que cesen las divisiones externas.
Tu religión y la mía, mi ideología y la tuya, nuestras culturas, pueden llevarnos a profundizar las diferencias sin saber que todas ellas son los atributos externos del mismo ser interior en el que tenemos la vida, el movimiento y el ser.
Que se consolide el amor.
Es el amor nuestra verdadera esencia. Y lo invocamos para fortalecerlo, consolidarlo, convertirlo en nuestro soporte y nuestra guía. Cuando ardemos en ese fuego interior nos unimos al agente transmutador que ilumina, purifica y nos permite ascender a un nuevo orbital de la vida.
Que todos los seres humanos amemos.
Los vegetales aman, aunque para ello no necesiten saberlo, Ofrendan su vida, su cuerpo y su actividad a todos los reinos de la tierra. Nos regalan su trabajo y su belleza. Las gemas dejan pasar la luz, los pájaros, el sol y la tierra nos regalan su canto, su luz y su cosecha. El padre y la madre nos dan la vida. Tantas manifestaciones del amor nos enseñan que nuestra misión es amar dando nuestra nota como humanidad. Los seres humanos somos un centro de fusión de los reinos de la naturaleza para que en la corriente de ese fuego amoroso la conciencia unificada de todos los reinos ascienda al quinto reino, el reino del alma.
Jorge I. Carvajal Posada