«En primavera, toda la naturaleza resucita. Pero la resurrección es también un proceso ininterrumpido que se efectúa en el alma de aquél que realiza sobre sí mismo un trabajo consciente, iluminado, orientado hacia un objetivo divino. Y un proceso tal comienza necesariamente por la cabeza. Eso significa que si ponemos en el centro de nuestra vida una idea muy elevada y, si la mantenemos firmemente en nosotros, esta idea atraerá de los planos sutiles las partículas etéricas que les corresponden, partículas inoxidables como el oro y transparentes como el cristal.
Lo esencial pues es comenzar con una idea. Pero eso puede ser también una imagen que concrete esa idea, como la imagen del sol. Si introducís en vosotros la imagen del sol que es luz, calor y vida, ya camináis sobre el camino de la resurrección. Mantenedla firmemente, alimentadla, amadla, y ella hará su trabajo. La resurrección, es el sol que empieza a manifestarse en el hombre, el verdadero sol que introduce en él una quintaesencia de su propia naturaleza, una levadura, un fermento.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta