«Está la tierra y está el cielo: uno y otro reclaman nuestra atención, y debemos aprender a trabajar para ambos empezando por hacer bien la distinción entre los valores materiales, terrestres, y los valores espirituales.
Durante todo el tiempo que estemos en la tierra, no hay que abandonarla.
Pero sobre esta tierra, solo debemos poner nuestros pies, y tener nuestra cabeza en el cielo, es decir, poner la sabiduría y el amor en todas nuestras actividades para que cada una de ellas nos acerque al mundo divino.
Por tomar una imagen, os diría que debemos considerar muestra existencia terrestre a la manera de las plantas.
Observad un árbol: permanece fijo en la tierra, pero gracias al agua y a la luz que recibe del cielo, transforma la tierra y la hace evolucionar dando flores y frutos.
El árbol nos revela cómo trabajar sobre la tierra dirigiéndonos hacia el cielo. He aquí otra lección que nos da la naturaleza: no solo no debemos descuidar la tierra, la materia, sino conseguir transformarla.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.